RAINY MOOD
Durante el tiempo que dormimos juntas
la canilla del baño que perdía
hacía un efecto a lluvia
que en el silencio de la noche
me ayudaba a dormir.
Cuando te fuiste ya no llovía
y el goteo se transformó
en una desordenada y arrítmica catarata.
No sé si fue el vástago
o la tuerca del cuerito
pero no hubo pinza
ni WD40 que pudiera
permitirme cambiar el repuesto.
Dos meses estuve llorando
en líquida competencia
para ver si podía acallar
un poco ese ruido insoportable.
Llamé a dos plomeros
y al encargado del edificio de enfrente.
El diagnóstico y mi insomnio
eran siempre el mismo:
nada ni nadie podía con esa tuerca
soldada por los años.
Una noche me quedé sin lágrimas,
ni una sola quedó
que pudiera distraer mi oído de tísico.
Al instante,
como en una epifanía,
lo ví todo claro.
Me levanté,
crucé el living a oscuras,
casi ni recordaba
que se podía ver en las penumbras
y esquivé al perro que dormía en el pasillo.
A pesar de mi fobia a las cucarachas
que a la noche suben en tropel
a buscar agua y comida desde el octavo,
entré a la cocina sin prender la luz
y con una decisión inaudita
le atiné perfectamente
a cerrar la llave de paso del agua caliente
en un solo gesto,
seco y triunfante.
Comentarios
Publicar un comentario